domingo, 21 de septiembre de 2008

Consenso de Washington, Democracia e Ideologías (part. I)

Antes de entrar al tema principal, el consenso de Washington, y su posible relación con las ideologías y la democracia, me aproximaré desde el punto de vista civil y ciudadano.

Dice J. Linz:

“Sin duda la experiencia de un gobierno no democrático y el temor que produce, lleva a una gran mayoría de los votantes a continuar dando su apoyo al “centro” como una posición segura, la que mejor garantiza la supervivencia de la democracia existente, a pesar de su decepción con la actuación.”[1]

Es así como según Linz, en reglas generales, el sujeto ciudadano, el votante, actúa según conveniencias y entrega su voto a lo que considera instrumentalmente útil. No solamente restringiendo su actuar político cotidiano, sino que cerrándose a otras posibilidades que no sean elecciones. También debemos inferir que la instrumentalización del voto, presupone que el ciudadano atomizado y exacerbadamente individualizado pone en tela de juicio cualquier actuación colectiva. Esto sumado al hecho consolidado hace muchos años, de privilegiar el bien personal por sobre el bien común. Por que desde un punto de vista extremadamente positivista y libertario, el sólo hecho de que un sistema político-económico, incluya en sus preceptos la destrucción y el saqueo de los recursos naturales hace de este sistema algo extremadamente contraproducente. Un sistema en donde todo es válido y moralmente bueno, en cuánto esté sujeto a una opinión personal, pero valóricamente muy cuestionable (ausencia de virtud cívica[2]).

Por otra parte, la tendencia innegable de los estados nacionales de ampliar los ambitos del mismo, a terrenos que permitan una estabilidad duradera. Pero considerando la cantidad de vicios contenidos, tanto sistémicamente como por la búsqueda de privilegios. Es así como debemos reconocer, que los ansiados ideales de distribución igualitaria de riqueza e igualdad, son entes ficticios en un mundo de búsqueda de poder y privilegios. Una política instrumentalizada.

Los métodos previstos por el estado moderno, es evitar y anticipar el efecto “en cadena” de un levantamiento o una revolución. Evitar el alzamiento de las viejas ideologías de izquierda, profundizar la burocracia, profundizar el hecho de ver al ciudadano como un ente que decide instrumentalmente el mal peor y evitar el surgimiento de nuevas banderas de lucha.

Sin embargo es ahí cuando irrumpe el problema económico. La riqueza de los países, su nivel de desarrollo y su nivel en la escala de los dólares por cápita influyen directamente en la vida de millones de personas. Es así como la ecuación, que debía resolver el Estado moderno, es la equiparación de la balanza social, considerando el coste social, el coste económico y el desarrollo – ¿en torno a que?. Una balanza malograda desde antes en los países pobres, una meta lejana para los que están en vías de industrializarse y una meta bienaventurada para aquellos países que hace cientos de años gozan de la riqueza y la fuerza de trabajo de otras regiones. ¿Es entonces válida la dura respuesta que ha recibido la globalización neoliberal?

Para entender mejor el fenómeno de la Globalización debemos tocar ciertos temas por obligación, y en cambio los puntos de vista son opcionales, aunque todo análisis lanza una lectura clara de sus resultados.

La caída del Comunismo en la Unión Soviética encegueció a mucha gente, y entre ellos estaba un señor llamado Fukuyama. Más allá de sus brillantes planteamientos teóricos, el postulado de que la historia se termina, a favor de las políticas macro económicas y públicas orientadas al neoliberalismo. Su error radicó en no reconocer

1) La Unión Soviética jamás logró siquiera acercarse al ideal del comunismo

2) La creencia de que la caída de un régimen totalitario (o autoritario, ya que al final los elementos comunistas y de dictadura del proletariado fueron una mera pantalla de la revolución de octubre) se traducirá en la victoria final de otra ideología

3) Otras ideologías pueden no tener nada en común con las dos que estaban en disputa, lo cual no podrá jamás traducirse en la derrota de estas ideologías apartes.

El exitismo que significó para muchos el triunfo temporal del liberalismo,[3] dio lugar a las discusiones que pretendían prever futuros problemas, y facilitar la receta de ésta maravillosa ideología capitalista. Entre muchos de los debates de la época, se discutía el tema de la inestabilidad y la negativa de la gente aceptar tales postulados. ¿Problema por que? Un problema de intereses. ¿Qué tipo de intereses? Económicos principalmente, motores de la economía, por lo cual se le consideran motores sociales. ¿Cuál es el efecto que trae? Muy fácil, el conflicto de intereses (y sobre todo si se trata de intereses motores y/o vitales) en ultima instancia responde solamente a la fuerza física, y la medición de ésta en un conflicto “vale todo”. Es entonces obvio que el quiebre, si es voluntario e integrado, resulta mucho mas provechoso. La dilatación de necesidades populares, la imposición cultural y el manejo de gobiernos locales. Todos sabemos que los privilegios y las influencias puede quebrar hasta a los mas acérrimos defensores, y si a esto le sumamos la fama y la gloria, sabremos el giro que han dado lo gobiernos de la izquierda neo-liberal en Latinoamérica, tan alejada de la lucha y la reivindicación popular (cambiado por los “mall” y los conformismos).



[1] “John Linz, Democracia y legitimidad. Capitulo 2, Elementos de Quiebra”

[2] “Kymlicka, Will. El retorno del ciudadano. Una revisión de la producción reciente en teoría de la ciudadanía. Págs. 13 - 14”

[3] El hecho de considerar el triunfo del neoliberalismo como algo “temporal” no tiene segundas lecturas y hace referencia simple a las olas y contraolas de los postulados de Huntigton (no pretende negar el predominio innegable del capital)

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