sábado, 17 de noviembre de 2007

Antonio, el astillero

(El fuego crece cuando nadie se parcata)

-"Pues claro, deberemos incendiar todo. Debemos solidarizar con los astilleros. Sería lo mas justo. Pero no hemos venido a debatir por la justicia de nuestra causa. No hoy. Hemos reunido nuestra presencia para discutir la importancia de renovar." precisó Antonio. Un hombre robusto, de manos chatas, gorro que le cubre la pelada y un overol azul.

-"Renovar es quemar. En eso concordamos. Pero no podremos incendiar todo, eso es mala clase." Le dice una voz desde la multitud

-"Nunca hemos sido buena clase" replica fatigado Antonio. "Las clases las hacemos nosotros. Por que nosotros vivimos la miseria. Para ellos no existe. Pero por que desde su punto de vista es lógico que no crean que existimos. Lo hacen de arrogantes. Sin nuestra miseria, nuestra lucha y su causa estaría perdida. Y sin nuestra lucha el fuego volverá a sus origenes, y solo calentará nuestra cara miserable, sus ojos saltones y rojos de dolor. Nosotros le damos sentido al fuego. El fuego es la renovación mas profunda. Por que el fuego es descontrol. El fuego es libre. El fuego es rebelde. Por que el fuego quema y da vida. El fuego resucita. A través del fuego deberemos demostrar que nuestra lucha es descontrol y libertad."

Ya son las tres de la mañana, y los astilleros han tomado una decision. Antonio se quedo un rato mas, observando como la mar lenguada se estira para llegar por la orilla hasta los barquitos de pescadores, sin tocar madera, solo tocando sogas. Antonio encaramado en una varanda, se decide abandonar la caleta y caminar rumbo a casa. No era su casa, por su puesto. Era una habitacion en plaza echaurren, y con suerte habia luz para subir las escaleras de noche. Y él no tenia suerte. No mucha. No había luz. Él ya lo sabía.

Justo antes de doblar por la calle del mercado, alguien le toca el hombro. Era una mujer. Y él la conocía. Pero hace mucho tiempo que no se la encuentra.

-"¡Andrea! ¡Que sorpresa! ¿Cuantas noches habré pasado planificando protestas, para invocar tu precsencia? ¿O por lo menos permitirme vivir sin recordarte todos los días?

Ella no decía absolutamente nada. Tenía puesta una blusa tipo "mujer que trabaja cociendo en una fabrica gigante", una falda negra hasta las rodillas. Por debajo de los brazos, y en la espalda se denotaban fuertes acumulamientos de grasa. Rollos. Su pelo tomado, dejando resaltar en su cara la "chasquilla" tieza como tabla. Era una mujer decente. Igual que él era un trabajador decente.

-"Fuego que recorres paisajes y viñas, esteros y arrollos y playas con bosques infinitos. Fuego que me hiciste mal. Fuego que en el olvido dejas las pasiones. Fuego que cambias por trabajo tu pasion del alma. La única que tienes. La única que tenemos. Fuego que te quiero renovar, fuego que no escuchas razones y te amplías y creces cuando nadie mira. Cuando pasas desapercibido es cuando mas creces. Y me ignoras, y me apago y me pierdo en la oscuridad." Comenzó diciendo Andrea. Pero no parecía ella, parecía alguien recitando un gran poema. Un mar que se calma. Un fuego que se apaga.

En su cabeza revoloteaban los pensamientos. Giraban con mil vueltas y daban volteretas en el aire, se retorcían.

Antonio cayó a piso sollozando. Sobre sus rodillas, en el sucio suelo del puerto y con las caras tomando su cara. Andrea se hincó junto a él. Los dos lloraron. Lloraron juntos.

Y así, el fuego cuando nadie lo miraba, cuando Antonio menos se percataba, comenzó a crecer nuevamente.

No hay comentarios: